La vida es sueño de Calderón de la Barca nos presenta la enigmática cuestión acerca de la determinación del destino del ser humano. En esta obra de teatro el personaje de Segismundo llega a cumplir con su predestino pero también se ve como él lo desafía al poder elegir su propio destino basado en sus propias decisiones. En la determinación del futuro de un individuo salen a la luz dos puntos en contienda; uno es que el ser humano goza de un libre albedrio y el otro es que su vida ya está predestinada desde su nacimiento. Este debate es expuesto de una manera ambigua por Calderón de la Barca con la intención de demarcar lo complejo que es la vida, que a través de Segismundo se puede decir que el ser humano dispone de un libre albedrío y es capaz de reformar su conducta, pero la muerte de Clarín nos demuestra que el predestino también juega un papel importante en la vida del individuo ya que nos da un indicio de un poder que está afuera del alcance del individuo.
El libre albedrío y el predestino son dos posiciones en conflicto que definen al ser humano en su totalidad. El libre albedrío es la idea de que el ser humano dispone de la capacidad de tomar sus propias decisiones y por lo tanto él es el único responsable por la determinación de su destino. Aquí es importante recalcar que esta posición no hay factores externos que puedan obstaculizar el destino del individuo. Un destino fructuoso recae en la elección de buenas decisiones por parte del individuo. De esta manera, es la voluntad lo cual define al ser humano. Por otro lado, tenemos la idea del predestino que nos propone que el destino de un individuo ya está determinado desde su nacimiento. Esta idea nos sugiere que el individuo básicamente no tiene control sobre el desenlace de su destino. Este concepto nos recalca un impedimento innato que existe sobre el individuo al no poder afectar de alguna manera su destino ya que todo está determinado para él. El destino en este caso es una entidad que define al individuo como un ser que tiene que adherirse a un plan predeterminado para él.
Segismundo posee un libre albedrío al desafiar su predestino y convertirse en una persona que logra aprender a perdonar a seres que lo han mantenido al margen de la sociedad. En una escena en la cual Segismundo se dirige a enfrentar a su padre, el rey, él se encuentra con Clotaldo y le perdona la vida diciendo, “Que estoy soñando, y que quiero/ obrar bien, pues no se pierde/ obrar bien, aun entre sueños” (173). Clotaldo es una de esas personas que mantuvo a Segismundo al margen de la sociedad al cumplir con la orden del rey, Basilio, de mantenerlo encerrado en una torre. Sin embargo aquí se presenta un momento donde se puede percibir el cambio de actitud como persona de Segismundo. Segismundo desafía aquella determinación que siempre lo ha tildado de violento y salvaje desde su nacimiento. Aquí Segismundo adopta una actitud compasiva hacia Clotaldo. Le llega a perdonar la vida porque él ahora entiende que aun en los sueños uno debe “obrar bien” ya que no se sabe cuándo uno va a despertar del sueño. Claramente aquí Segismundo está yendo en contra de su predestino. Al cambiar su manera de ser Segismundo nos indica que el individuo es poseedor de un libre albedrío con el cual uno puede afectar significativamente su destino y que la idea del predestino deja de tener valides hasta cierto punto. En la última escena de la obra Segismundo también logra perdonarle la vida a su padre, Basilio, diciéndole, “Señor, levanta/ dame tu mano; que ya/ que el cielo te desengaña/ de que has errado en el modo/ de vencerle, humilde aguarda/ mi cuello a que tú te vengues:/ rendido estoy a tus plantas” (208). Al perdonar a su padre por quitarle su libertad y ofrecerse de súbdito ante él, Segismundo demuestra que es un individuo que ha cambiado su conducta con tal de probar a su padre que él estaba errado acerca de su destino que lo proponía como un ser violento y déspota. No mostrar ni un rasgo de violencia cuando confronta a su padre es un gran avance en la conducta de Segismundo teniendo en consideración que su padre le privo del contacto con las personas al mantenerlo encerrado por tanto tiempo. Segismundo aquí ejemplifica al individuo que goza del libre albedrío y que por lo tanto tiene las facultades de disponer de la mejor decisión según su conciencia lo dictamine. En este ámbito se puede decir que el individuo ha triunfado sobre una inevitable predestinación negativa. Para contrastar esta posición y resaltar la complejidad de la vida Calderón de la Barca superpone la idea de que el predestino aun es latente en la existencia del individuo.
Lo que complica la existencia del individuo es la consideración de que existe un poder que está por encima del individuo y que dictamina el destino de él. Esto se ve reflejado con la muerte de Clarín en donde el trata de un huir de la batalla pero igualmente acaba muriendo. Clarín moribundo declara, “que no hay seguro camino/ a la fuerza del destino/ y a la inclemencia del hado./ Y así, aunque a libraros vais/ de la muerte con huir,/ mirad que vais a morir,/ si está de Dios que muráis” (202). Aquí queda claro que aunque la intención del individuo es escapar de su destino, hay una fuerza superior que a veces interviene y que cumple con otros designios para complicar nuestra existencia. A esta fuerza superior que rebasa el albedrio del individuo Clarín se lo atribuye al poder de Dios. Es decir que el libre albedrío de un individuo está de una manera ligado al supremo poder de Dios que dictamina nuestro destino. Con decir esto uno no debe entrar en la confusión que una cosa depende de la otra. Si no que la inexplicable relación que pueda existir entre el libre albedrio y los designios de Dios no corresponde a ninguna lógica en la cual uno puede observar cierto razonamiento acerca del desenlace de una vida. Es ahí donde nace la complejidad de la vida. En la cuestión de hasta qué punto uno realmente está gozando de un libre albedrío o está simplemente siguiendo los designios de una entidad suprema como lo es Dios. Con esto uno llega a cuestionar tanto la existencia del libre albedrío como la de la predestinación. Está cuestión se debe dejar ambigua y eso es lo que propone Calderón de la Barca al darnos ejemplos de dos personajes que ejemplifican estos dos casos. Su intención es de solo demostrar nuestra compleja existencia.
La vida y sus inherentes preguntas que surgen para cuestionar nuestra existencia nos dejan en una incógnita al no poder comprender en su totalidad la manera en como procede el accionar de un individuo. Para los seres humanos siempre quedará la duda sobre nuestra capacidad de decidir nuestro propio destino. Hay unos que podrán atribuir su destino a su libre albedrío pero también habrá otros que se lo atribuirán a un predestino que forma parte de los designios de Dios. En este marco Calderón de la Barca no hace más que enfatizar que debido a nuestra compleja existencia, el individuo en esta vida no puede hacer más que ponderar su existencia de una manera abierta y eso nos conlleva a internalizar nuestra vida como un paraíso de posibilidades de la cuales nacen bellos intricados acontecimientos y tal pensamiento nos aleja de una visión fútil de la vida.