Aquellas zancadas de aquel niño,
me recuerdan del pasado alborotado
y lleno de la ignorante alegría.
Oh que tiempos fueron esos,
cortos pero hechizados por el encanto del no saber.
Como hubiera querido atesorar mi infancia en un latita de metal
y que luego cuando alguien la hubiera encontrado
poder regresar el tiempo con la magia del ensueño.
Veo vividamente la paz que muchos demandan en aquel chiquillo.
Ese niño que se revuelca en la gloria plagada de nadamientos.
Esta criatura angelical representa la eterna pureza y la gran simplicidad del ser.
Es cierto que el tiempo no es nuestro aliado,
pero el poder recordar aquella lejana inocencia
nos pone en un papel más humano con los nuestros
y nuestro ser.