Los rastros de la traición

– Mi nombre es Cristian Santillana y ayer mandé fusilar a un antiguo amigo mío. Me imagino que se están preguntando, ¿por qué lo hice? Bueno eso es una pregunta compleja que hasta ahora se me hace difícil de responder. Pero empecemos desde el inicio. ¿De cómo yo y Manuel Tiro nos hicimos grandes amigos?…

– Era el año 2009, yo llegaba a la ciudad de Los Angeles proviniendo de Santiago de Chile mientras que Manu a quien lo llamo de tal manera por el gran cariño que le tenía venía de Lima, Perú. Nosotros coincidimos en Los Angeles como estudiantes de intercambio y nos tocó compartir un apartamento cerca de la universidad. Ambos éramos estudiantes de economía. Una conexión que nos hizo más cercanos fue nuestro gran gusto por la banda de rock chilena “La Ley”. Nuestra canción favorita de ellos era “El duelo”. Manu era un chico un poco alocado y vivía la vida con mucha intensidad. En cambio yo era más tranquilo pero bastante sociable. También nuestra amistad se afianzo más después de la muerte de la mamá de Manu que ocurrió durante nuestro primer ciclo en la universidad. El día que Manu se enteró de la noticia lo encontré devastado en el cuarto esforzándose por no llorar.

– ¿Qué te pasó Manu?-le dije con preocupación al ver su rostro lleno de tristeza.

– Mi mamá acaba de fallecer Cris- me dijo en una voz entrecortada

– Lo siento mucho Manu- le dije apoyando mi mano sobre su hombro.

-¿Pero cómo así sucedió?-le pregunté

– Mi mamá estaba muy enferma. Todos en mi familia sabían que no le quedaban tantos años, pero yo siempre me hice la idea de que todavía iba a vivir unos años más-Manu respondió y no pudo contener más el nudo en la garganta que lo tenía muy apretado y se le soltaron las lágrimas.

En ese instante lo abracé fuertemente como si fuera mi hermano.

-Todo va a pasar, campeón. Tu mamá ahora está en el cielo al lado de Dios. Ella ya no está sufriendo y ahora descansa en paz- le dije tratando de aliviar su dolor.

-Gracias. Eres un gran amigo. En este momento que no estoy cerca de mis familiares, tú eres lo más cercano que tengo. Y te agradezco mucho por tu apoyo.-Manu me dijo con mucha sinceridad.

– Ni lo menciones Manu. Para eso están los amigos. Hace unos años también perdí a mi abuela por causa del cáncer de mama. En Chile participo todos los años en maratones por la prevención del cáncer de mama en nombre de mi abuela. Déjame decirte que comparto tu dolor, Manu porque mi abuela fue quien me crio de chico- le dije mostrando mi compasión hacia él.

-Después de un mes Manu volvió a ser el de siempre. Nos gustaba salir los fines de semana. Nuestras noches de parranda fueron épicas en Los Angeles. De verdad que sí nos divertíamos a lo máximo. Desde tequilas shots, Jägerbombs, y vodka booms que nos enseñó a tomar aquel turco que conocimos en una fiesta de la universidad. Las noches así eran interminables para nosotros. Luego de un tiempo conocí a una chica que marcó mi vida para siempre. Aquella chica, Carmen, sería la causa de mi felicidad y de una traición que nunca me imaginé venir. Me acuerdo que desde la primera vez que la vi en esa fiesta me impresionó por lo guapísima que era. Sin perder el tiempo decidí entablar una conversación con ella. Le invite una cerveza y ella aceptó con una sonrisa angelical. Conversamos por bastante tiempo. Teníamos muchas cosas en común. A los dos nos gustaba el rock, nuestro mejor pasatiempo era dibujar, y hasta habíamos participado en la misma ONG, una que se encargaba de la construcción de viviendas temporales para la gente más pobre. Después de algunas semanas Carmen y yo empezamos a salir. Me dio la impresión de que Manu estaba celoso de mí pero no le di mucha importancia a ese pensamiento. Desde ese entonces empezamos a salir los tres juntos y nos seguíamos divirtiendo como siempre.

– Todo marchaba bien, ya estábamos por acabar el año en Los Angeles. Hasta que un jueves no pude ir a una fiesta por motivos de trabajo. Era la fiesta de la mejor amiga de Carmen así que le dije que estaba bien que fuera sin mí. Sabía que Manu también iba ir, así que no me preocupé por Carmen porque sabía que él la defendería en caso de que cualquier muchacho tratara de sobrepasarse con ella. Pero déjenme decirles que estaba completamente errado. Todo en esa fiesta salió mal para mí. Al día siguiente me levanté y revisé mi celular. Tenía un texto de un amigo, en el cual me contaba que había visto besándose a Carmen y Manu en la fiesta. Y que luego los perdió de vista cuando entraron solos a un cuarto. Me dijo que lo sentía por mí. Y lo más insólito es que también tenía una llamada perdida de Manu.

-¡Hijo de puta! Como te atreviste a traicionarme y todavía tienes el descaro de llamarme-dije entre mí. La cólera y la rabia empezaron a devorarme y no podía contenerme.

-Decidí llamar a ese concha su mare para decirle todas sus verdades. Pero antes que le pudiera decir cualquier cosa, él me dijo que tenía que venir al hospital de emergencia porque Carmen y él estuvieron en un choque y que ella se encontraba grave.

– En un hospital en Los Angeles se encontraba Manuel aun consciente mientras que Carmen se debatía entre la vida y la muerte después de un terrible accidente automovilístico donde Manuel había estado manejando ebrio. Llegue desesperado al hospital como a eso de las 3 la tarde después de recibir la terrible noticia. Solo me dejaron ver a Manuel porque Carmen todavía estaba en condiciones críticas. No lo quise ver porque sentía que lo iba a matar a golpes.

-Después de unos cuantos días me dieron la triste noticia de que Carmen había quedado en un estado vegetal y que los doctores ya no podían hacer nada más por ella. Esta noticia fue devastadora para mí. Aquel tiempo que pase con Carmen significo mucho para mí y ahora ya no la volvería a ver como antes. Era una desgracia que me sumergió en un mar de tristezas.

-Cuando me cruce otra vez con Manuel le dije,

-¡No te quiero volver a ver jamás!- y seguí mi camino con gran molestia de habérmelo encontrado.

-La semana siguiente empaqué mis cosas para regresar a Chile y olvidarme de todo lo ocurrido.

– En enero del 2014, la Corte de la Haya dictaminó el veredicto final en el caso de la controversia de delimitación marítima entre Perú y Chile. Nosotros los chilenos no quedamos contentos con el veredicto ya que el fallo favorecía  a Perú al entregarles la soberanía de una gran parte de mar que antes le correspondía a Chile. En los siguientes meses se vivieron momentos de mucha tensión ya que muchos no sabían cómo nuestro gobierno iba a reaccionar. Luego Perú tomó la iniciativa de mover buques de guerra en la zona de conflicto. Una acción muy prematura ya que todavía no había acuerdos oficiales que le daban a Perú el acceso a esta parte. Las cosas se empeoraron cuando una embarcación nuestra se hundió en el mar y murió la mayoría de la tripulación. Los medios de comunicación en Chile acusaron a Perú de este incidente lo cual fue visto como un acto de guerra por nuestro presidente. Piñera declaró guerra en contra de Perú debido a esto. En este proceso de guerra los dos países empezaron a reclutar a bastantes jóvenes para la batalla. En ese momento decidí unirme a la causa de la patria y me enrolé en el ejército. La guerra procedió rápidamente con un avance de Chile sorprendente. Nuestro ejército venció a las fuerzas peruanas en los departamentos de Tacna y Moquegua, al sur de Perú. En Tacna tuve un desempeño muy destacable por lo cual me promovieron a capitán de un batallón. Las fuerzas peruanas ofrecieron gran resistencia en el departamento de Arequipa. Fue ahí donde lideré a mi batallón en una batalla sangrienta. Perdimos treinta soldados en esa batalla pero al concluir nuestro enfrentamiento con el batallón peruano pudimos capturar a quince soldados. Había uno que me llamó mucho la atención por su gran parecido con Manu. Cuando los soldados los trasladaron a un restaurante donde habíamos designado mantener a los prisioneros de guerra, yo me percate que efectivamente era él. Manu también estaba en la guerra defendiendo a su patria. Yo lo pude reconocer, pero él no me alcanzó a ver. En este punto ya no podía ver a Manu como aquel viejo amigo que tuve en Los Angeles. Nosotros pertenecíamos a diferentes bandos que luchábamos para acabar el uno contra el otro. Un militar se me aproximó luego que los soldados dejaron a Manu junto con los demás prisioneros en el interior del restaurante.

-¿Capitán procedemos con la orden de ejecución de estos rehenes, así como esos bastardos ejecutaron a diez de los nuestros?-dijo el militar con voz firme

– Aquel sargento me estaba preguntando por la orden de fusilamiento de los rehenes. Entonces en aquel momento contemple la vista hacia el majestuoso volcán del Misti que se podía ver desde el patio del restaurante. Ese volcán imponía cierta fuerza y quizás la resistencia tan fuerte que los peruanos oponían en Arequipa provenía de la inspiración que el volcán les daba para seguir combatiendo. Aquel volcán parecía esconder la gloria que tan desesperadamente los peruanos buscaban.

-Tomaré unos momentos sargento-le dije al soldado con voz entrecortada.

-Entonces esperamos su orden para proceder con los rehenes-me dijo él.

-Después me dirigí hacia mi tienda de campaña militar con pasos vacilantes. Mi tienda de campaña se encontraba a pocos metros del restaurante. El sol de aquel día era muy sofocante. El aire que respiraba olía a pólvora y restos de toda la artillería pesada que se había intercambiado entre ambos bandos. A lo lejos de nuestra posición todavía se escuchaban disparos y detonaciones que provenían de otro enfrentamiento. El batallón a mi cargo tenía que descansar debido a la intensa batalla que sostuvimos con aquel batallón peruano. Pero luego, a la mañana siguiente debíamos emprender camino para apoyar al batallón chileno en aquel combate.

-Cuando llegué a mi tienda de campaña me desplomé en la silla que estaba cerca de un escritorio improvisado. El calor dentro de la tienda de campaña se hacía más agotador con el pasar del tiempo. Miré los lapiceros que estaban encima del escritorio en un vaso pero me resistí a tomar uno de ellos. El aire adentro no me daba tregua y me mantenía en un estado de bochorno. La decisión tenía que tomarse aquel día ya que al día siguiente debíamos de partir. La responsabilidad me agobiaba. Si en algún momento Manu y yo tuvimos una gran amistad en aquel instante lo único que quedaba eran las cenizas de una amistad. Como los peruanos habían matado a diez rehenes de los nuestros, llame al sargento por radio y le sugerí que me trajera una lista con los nombres de diez de los prisioneros elegidos al azar para confirmar el fusilamiento. Pensé que era mejor así, que la suerte decidiera el destino de Manu y que yo no tuviera nada que ver con su destino. Permanecí tan pensativo, que no me percate cuando alguien ya me había traído la lista de los rehenes. Quien sabe cuánto tiempo había transcurrido, pero la cosa es que ya tenía la lista enfrente de mí. Analicé la lista y vi que el nombre de Manu no estaba allí. Entonces empecé a recordar con gran dolor, el estado vegetal en que quedo Carmen después del accidente. Miento, lo que más me dolió fue haberme enterado de que Manu me traicionó con mi novia. Aunque alguna vez había dado como olvidado este asunto, ya que no mantuve contacto con ninguno de ellos desde entonces. El ver a Manuel otra vez y sentir la memoria de Carmen en mí, me produjo un sentimiento de cólera. Esto que paso con Carmen era como una llaga que tenía en el cuerpo y que nunca había cicatrizado del todo. Pude asegurar con certeza que ahora era el momento de mi gran venganza, que ahora yo tenía el poder de vengar esa traición de Manuel. De vengar lo sucedido a Carmen por su irresponsabilidad. Las circunstancias estaban de mi lado. Tomé un lapicero y taché el nombre de un infeliz que salió suertudo esta vez. Luego escribí el nombre de “Manuel Tiro” en su lugar y autoricé la ejecución. Sentí que era necesario y luego dejaría que la justicia divina me absolviera mi conciencia.

. Llamé a un soldado y le ordene que llevara la lista para el sargento encargado de los rehenes en el restaurante. Al recibir el sargento la lista, él leyó los nombres con la autorización final que decía claramente:

-“FUSILAMIENTO AUTORIZADO”

– Sí, es cierto mande fusilar a Manuel, porque hay heridas en el corazón que nunca sanan. Ahora me pregunto, ¿hice lo correcto? No lo sé, pero esto será una carga con la que tendré que lidiar el resto de mi vida.

 

 

 

 

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